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Autoridad y crisis de autoridad. Entrevista al psicólogo clínico Manuel Fernandez Blanco para el nº. 68 de la Revista Galega do Ensino.


“Manuel Fernández Blanco es psicoanalista y psicólogo clínico. Adjunto del Servicio de Psiquiatría en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña. Ha sido Presidente de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Secretario del Bureau de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, y miembro del Consejo de la Escuela Europea de Psicoanálisis. Es el Director de la Clínica del Campo Freudiano en La Coruña (destinada a posibilitar un tratamiento psicoanalítico a personas con escasos recursos económicos) y docente del Instituto del Campo Freudiano. Es autor de numerosas publicaciones, de difusión internacional, en el ámbito del Psicoanálisis y de la Salud Mental. Es también colaborador del programa de televisión Vía V y de la Sección de Opinión del diario La Voz de Galicia bajo el título de Los síntomas de la civilización.”

En el hospitalario marco del IES Imaxe e Son de A Coruña, a cuyo director, Xullo Xermade y al excelente grupo de alumnos que han hecho posible esta entrevista, damos las mas expresivas gracias, entrevistamos a Manuel Fernández Blanco para conversar, en primera instancia, sobre la crisis del concepto de autoridad en la sociedad actual. Adelantamos en estas líneas fragmentos de la conversación que se puede visionar completa en el vídeo incrustado al final del texto.

PRIMERA PARTE: Autoridad y crisis de autoridad
Autoridad a la hora de educar y autoridad también en el hogar y la familia. A la pregunta de “¿por qué hay que educar?”, Manuel, criticando la tradición roussoniana, defiende vivamente la tarea de educar porque “lo primario en el ser humano es la satisfacción”, muchas cosas que consideramos malas, son placenteras para el niño; por tanto toda educación implica cierta coerción para renunciar a lo mas primario. Al hilo de ello, lo que mas teme un niño es la pérdida del amor del padre o del adulto que le educa.
Conscientes de que la figura de autoridad ha cambiado globalmente, de modo que es difícil encontrar a alguien que posea per se verdadera autoridad. No obstante –apunta Manuel- la autoridad debe existir porque es garantía frente a la violencia.
La figura del “padre banalizado”, sin caer en elogios nostálgico del pasado, abunda mas de lo que debiera, esta igualdad al niño es una auténtica desprotección de la infancia, pues a mayor igualdad mayor violencia.
En la declaración universal de los derechos del niño (1989) hay un punto cuestionable -asegura Fernández Blanco-: la defensa de un niño libre de toda influencia…esto solo es posible en el niño autista. Un niño normal carga con la biografía familiar, con los deseos no realizados de sus padres, también con sus anhelos. Hay un deber de influenciar a los hijos.
Por ejemplo, la autoridad en el colegio, antes tal vez excesiva, hoy permanentemente cuestionada. Hay prácticas muy nobles, como la del maestro, que ahora se conciben como servicios y entran en la lógica de los derechos del consumidor, si yo ahora llevo al colegio al niño, espero lo mismo que si llevo el coche al taller, y no se trata para nada de lo mismo. El saber se ha depreciado y ha ido de la mano de quienes lo trasmiten que son los docentes. Al ser el saber menos agalmático, hay menos entrega y menos capacidad de sacrificio; puesto que aprender supone el consentimiento de quien aprende y ese consentimiento es cada vez menor. ¿Por qué? Por la lógica presentista del goce, donde el goce está de mas, el saber está de menos. Y por cierto, hay profesiones, como la de profesor, en las que hay que estar tomado por el deseo de saber, sino no se puede trasmitir.
Quien pide autoridad, debe encarnarla y debe someterse a ella, no se puede pedir algo en lo que no se cree, educamos con lo que hacemos, no con lo que decimos. De ahí el valor del ejemplo auténtico. El niño se va a quedar siempre con lo que hacemos, no con lo que decimos.
El modo en que combaten la soledad los niños son las pantallas y las pantallas son muy adictivas, es un uso que conviene limitar mucho. Un niño, por mucho que le guste el fútbol a las dos horas se ha cansado, esto no ocurre con las pantallas, el niño ahí siempre quiere mas, generando una fuente inmensa de conflictos por la hiperexcitación de los niños.
Al hilo de esto, hay que tener en cuenta que se ha generalizado mucho el diagnóstico de hiperactividad, parece que toda dificultad se encaja en eso. Eso lleva en casos a una medicación en ocasiones excesiva. Téngase en cuenta que ahora los profesores apenas pueden aplicar medidas disciplinarias, entonces, esa impotencia conduce a que el niño se calme de cualquier otra manera, lo que lleva a una excesiva medicalización de la infancia. La neuroquímica cerebral no ha variado en las tres últimas décadas, lo que han variado son los métodos de la trasmisión simbólica. La palabra apacigua, sin palabra hay inhibición o también el pasaje al acto continuo. Muchos niños están huérfanos de su propia historia.
Autóritas vs potestas, el ejercicio del poder, su fuerza viene cuando la autoridad ha declinado. Cuando una práctica de lo humano se degrada, el vigilante de seguridad aparece rápidamente. La autoridad es el poder que nos reconoce el otro y no está garantizada para nadie. Pero –asegura Manuel Fernández Blanco- todavía hay un lugar para la autoridad auténtica.

SEGUNDA PARTE: valores y dolor de existir
¿Por qué la proliferación de la ingesta de ansiolíticos en la sociedad actual? ¿está la sociedad tan triste como parece? Al margen de la crisis –asegura Fernández Blanco-, pues curiosamente el mayor consumo de antidepresivos y ansiolíticos no ha aumentado sustancialmente respecto a épocas de bonanza, porque en bonanza la felicidad miraba a los objetos de consumo, objetos de caducidad creciente que, en cuento se tienen se renueva la insatisfacción. De ahí que el dolor normal de existir se trata a través de los psicofármacos, cualquier contratiempo resulta insoportable, lo que sitúa un horizonte de una sociedad globalmente adictiva, hay que hablar mas y tragarse menos píldoras. El paradigma de los síntomas psíquicos en la actualidad son las adicciones. Vivimos en un “capitalismo bulímico”. Domina el empuje hacia el goce sin límite.
¿Cómo se puede proteger un ser humano del siglo XXI ante esta avalancha de pulsiones? Habría que tomar apoyo en el deseo mas particular de cada uno, el tener la lucidez suficiente para reconocerse en ese deseo único es la mayor garantía contra los efectos del consumo descontrolado, porque el deseo no vive de objetos; también deberíamos asumir que no es posible la satisfacción plena, cuando se persigue la satisfacción plena lo que se encuentra es la muerte.