Cuando uno se sienta a la vera del camino a repensar el país, encuentra hartazgo de taifa y carlistada, exceso de fatuo sentimentalismo, tendencias cavernarias, profusión de patillas y trabucos; la cansina permanencia de todo aquello que arrojó a un puñado de patriotas inteligentes en brazos del francés. Y es que el francés, amigos, había aprendido a liberarse de las rémoras del pasado, aquí caminamos en sentido contrario cada vez que la historia nos concede una oportunidad.
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